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martes, 18 de noviembre de 2008,martes, noviembre 18, 2008
El León Del Nido.

Este es el discurso que Antonio García Barbeito ofreció sobre la biografía del presidente del Sevilla, José María del Nido.

En cuanto al amor a unos colores de un equipo de fútbol -no sé si además en otros aspectos de la vida-, de José María del Nido puedo decir lo que aquellos versos de Whitman: "... Y lo que hoy digo de ti, lo digo también de mí, porque lo que tú tienes lo tengo yo". Es Leo de la primera decena de agosto, como yo; los dos estamos en la decena de los cincuenta, aunque ahí lo adelanto yo, es apasionado y con la sal de iracundia precisa, a veces, para que el guiso de la pasión no se enfríe, como yo; tiene en el Sevilla su más alta pasión cuasi pareja a la del amor y la carne, como yo.

De modo que somos dos apasionados que en cualquier momento podemos convertir la pasión a favor del viento... o en contra, sí o sí. Con los Leo hay que tener tanto cuidado como con el animal de su símbolo del Zodiaco, el león. Al león lo vemos echado en la sabana, aparentemente indiferente, con pinta de estar loco por dormir una buena siesta, como harto de comer, con la serena e inofensiva estampa de un gato doméstico al sol del porche, y de esa imagen se confía el cervatillo incauto que osa comisquear las yerbas cercanas al león. El león ni lo mira -o eso parece-, y cuando el cervatillo quiere darse cuenta ya lo está eructando el león: le basta un ágil movimiento, un zarpazo, una dentellada. Y es el mismo león que un rato antes ha estado jugueteando con sus hijos, con sus hermanos, con su leona, en un juego de amor y abrazos que se asemeja mucho al de los humanos.

Y es el mismo león que se ha echado a dormir en la rama de un árbol, y el mismo que campaba tan sereno y orgulloso por la selva. Pero es el león. Un león para todo: para buscarles comida a los suyos, para marcar y defender su territorio (y para dominarlo), para aguantar sereno lo que en otros es impaciencia, para actuar en grupo o solo, para aislarse con pinta de aburrido y para levantarse y, con la agilidad impensable de su actitud anterior, lanzar el zarpazo certero en el sitio justo para no tener que repetir el golpe.

Este es el libro de un león. Y un león lo prologa. Confieso que soy un león menos fiero que el presidente (eso creo, o a lo mejor les estoy confiando para que se acerquen como el cervatillo; no se fíen mucho), y soy un león vago, no como él. Yo, cuando parece que tengo ganas de dormir la siesta, lo más seguro es que ya la esté durmiendo, y muchas veces no cambio una siesta por un cervatillo. José María del Nido es un león insomne, un león activo siempre, un león insaciable. Si él es el rey de este libro, yo me conformo con haberlo prologado. Digamos que soy, ante él, un león subalterno. Yo me conformo con la sombra de un árbol, algo de la sabana y algún cervatillo (mejor, alguna cervatilla) de tarde en tarde. José María necesita la selva entera para él. José María es el Rey León. Pero siempre da la cara, no la vuelve ni cuando lo llaman por detrás. Mira a los ojos y, con la prontitud de un hipnotizador, sabe ya por dónde tiene que actuar. Porque el presidente no mira, radiografía; no te da la mano fofa, de masa recién fermentada, fría y dudosa, te la estrecha como si fuera a hacer un pacto de sangre.

Y si te saltas las reglas, estrategia o zarpazo de león al canto. Él sabe qué clase de sevillista (y creo que además sabe qué clase de hombre y de amigo) tiene en mí, y yo sé qué clase de hombre y qué clase de presidente aprecio. Nos entendemos, aunque no estemos diariamente pelando la pava. Nos basta una llamada, un ruego, un comentario, una propuesta, un juicio de algo para mantener viva la cercanía, porque los dos sabemos que una palabra basta para unirnos, Sevilla F.C. Se nombra eso y ahí no hay fiera capaz de doblegarnos. Ahí somos dos leones juntos con las garras recién afiladas. Aunque seamos leones distintos.

Hemos quedado, por mi parte, en que éste es el libro de un león. Mírenlo en la portada. Lean el título, un "rugido" que tiene tres vocales y dos consonantes, y de las tres vocales, dos repetidas, y las dos consonantes, las mismas, la S con la que se pronuncia el nombre más hermoso: Sevilla. Ahí está el "bicho", que diría mi entrañable Cangui (por cierto, tan sevillista como nosotros). Ahí está el león, con la mirada firme, fija, alerta; enhiesto, orgulloso (como es), diseñando una sonrisa pero dejando claro con la mirada que el rictus puede tornarse en iracundia. Ahí está el "bicho": las dos garras delanteras posadas en las dos Copas de la Uefa conquistadas en la selva europea. Y junto a éstas, cinco piezas de caza tan grandes en importancia, aunque de menor tamaño, como el león que se va a su cueva a llevarles a los suyos lo que ha conseguido en la sabana o en la jungla con constancia, vista, celo, insomnio, valentía, arrojo, entrega, rugidos y... zarpazos.

Ahí está lo que ha conseguido de su mano el Sevilla. No, el león no juega -ojú, si jugara, pero hace jugar, anima, enciende, empuja, cuasi obliga... Hay que dar ese ejemplo. Un león no puede consentir que los suyos les salgan gatitos inofensivos. Sí o sí como grito de guerra, como consigna, como norma de vida, como regla primera para presidir un club, éste, el más grande para nosotros. Porque el fútbol, amigos, es una selva, y o se es león o se es víctima. Y hay que ser león.

Éste es el libro de un león. Lo ha escrito, sin saber de zoología -eso creo-, Manuel García Agüero, y me gustaría saber si, al escribirlo, no ha salido arañado -al menos, arañado- de sus ratos tan cerca del león. Está escrito con admiración, con entrega, con sevillismo, con la perspectiva de un muchacho que descubre que está ante un personaje singular. Un personaje que puede achicharrarte con su fuego o con su hielo, pero que jamás te dejará temperatura tibia... ni peroné. Lo podrán comprobar cuando hayan leído esta bien escrita biografía que intertextualiza acertadamente circunstancias parejas a la vida del personaje. Es la biografía de quien para mí, por muchas razones, con el magnífico "cuerpo de guardia" que tiene, y sin menoscabar la gran labor de ningún otro, es ya el mejor presidente que ha tenido este club de mi alma.

Un libro, en fin, que, como el personaje, puede invitar a la cercanía y al cariño, pero sin que olvidemos nunca -nunca- que se trata de un león. Aunque hoy, estén tranquilos. He hablado de Leo a Leo con él y les aseguro que pueden acercarse sin riesgo de zarpazos... Eso sí: por si acaso, que ningún cervatillo incauto intente hablarle mal del Sevilla, porque si no, el zarpazo. Enhorabuena al autor y enhorabuena al biografiado. Y gracias a ustedes por su atención. La palabra la tiene ahora quien se metió con el león no sé si en la jaula o la selva. Pero, vamos, que sabe bastante del león. Muchas gracias.

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posted by David
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